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"El demonio de la perversidad" Edgar Allan Poe

  • Foto del escritor: Ana Giraldo
    Ana Giraldo
  • 27 jul 2020
  • 5 Min. de lectura

“Pero ¿para qué diré más? ¡hoy tengo estas cadenas y estoy aquí! ¡mañana estaré libre! Pero ¿dónde?”[1]



Hola a todos, espero que estén muy bien, hoy después de bastante tiempo lejos del blog, vengo con un texto prometido y muy especial para mí. Este nuevo comienzo del blog me emociona muchísimo ya que traigo mucho conocimiento que compartir con ustedes. Les cuento que tengo muchos proyectos secretos que les compartiré en su momento y que de ahora en adelante todo cambiará. Las publicaciones se harán en lunes de todas las semanas y algunos jueves que tenga algún contenido para compartirles, lo haré. Por el momento les dejo mi experiencia, opinión y explicación del texto el demonio de la perversidad de Edgar Allan Poe.


El demonio de la perversidad, "The Imp of the Perverse" en su idioma original, es un cuento escrito por Edgar Allan Poe en el año 1845. El texto tiene una extensión de aproximadamente 5 páginas. El texto se relaciona con varios cuentos escritos por el autor, lo que explica en gran medida la psicología de sus cuentos y personajes.

Al comienzo del relato comienza con una estructura de ensayo en la cual explica el principio o la teoría llamada demonio de la perversidad. En este apartado expresa sus ideas desde los conocimientos de la frenología y la moral. Este impulso que plantea el escritor lo explica como la necesidad de hacer algo o decir algo malo sin una razón justificable o por una consecuencia que nos atrae, pero es muy irracional, lo que la vuelve más atrayente. El autor explica este impulso como una fuerza irresistible.


Este solo pensamiento es suficiente. El impulso crece hasta el deseo, el deseo hasta el anhelo, el anhelo hasta un ansia incontrolable y el ansia (con gran pesar y mortificación del que habla y desconfiando todas las consecuencias) es consentida[2].

Este impulso ampara una amplia gama de actos indebidos, desde procrastinar una tarea hasta el punto que al final no se tendrá tiempo de realizarla, cometer un asesinato solo porque se sabe que este acto no traerá consecuencias negativas sobre quien comete el crimen, lo que le genera una sensación de placer muy fuerte y satisfactoria.


[…] tiene por esencia la necesidad de autodefensa. Es nuestra salvaguardia contra todo daño. Su principio concierne a nuestro bienestar, y así el deseo de estar bien es excitado al mismo tiempo que su desarrollo. […] Nadie que consulte con sinceridad su alma y la someta a todas las preguntas estará dispuesto a negar que esa tendencia es absolutamente radical[3].

Llegando a la segunda mitad del relato el lector se encuentra con que el narrador deja de hablar en tercera persona del concepto de perversidad, saliendo completamente del tono de ensayo con el que empieza el texto, para convertirse en un narrador en primera persona donde explica como este impulso se apoderó de él al presentársele la oportunidad de cometer un asesinato, y al cometerlo, recibirá una herencia, sin consecuencia alguna y a menos de que este hable en voz alta al respecto, es imposible que sea descubierto.


Es inconcebible el magnífico sentimiento de satisfacción que nacía en mi pecho cuando reflexionaba en mi absoluta seguridad. […] Me proporcionaba un placer más real que las ventajas simplemente materiales derivadas de mi crimen. Pero le sucedió, por fin, una época en el que el sentimiento agradable llegó, en gradación casi imperceptible, a convertirse en una idea obsesiva, torturante. Torturante por obsesiva. Así es como, al fin, me descubría permanentemente pensando en mi seguridad y repitiendo en voz alta “estoy a salvo”[4].

En el transcurso de esta sección del texto el personaje evoluciona de manera en que el demonio de la perversidad es permanente en su psicología, así que le complace y a la vez le tortura el asesinato, sin embargo, no siente culpa. Dentro de la mentalidad del personaje, lo que realmente le ronda es esta “perversidad” que le lleva a cometer estos actos impulsivos, actos que, a pesar de las consecuencias, le dan placer. Finalmente, el narrador confiesa el asesinato, derivado de la constante reflexión del crimen y consciente que la única persona que podría delatarlo era el mismo, un día, después de repetirse constantemente que estaba a salvo, se dirige a la comisaria, perdiendo el control de sí mismo y confiesa el crimen.


Sentí entonces la consumación de mi destino. […] Por un momento experimenté todas las angustias del ahogo: estaba cierto, sordo, aturdido y entonces algún demonio invisible -pensé- me golpeo con su ancha palma en la espalda. […] Dicen que hable con articulación clara, pero con marcado énfasis y apasionada prisa, como si temiera una interrupción antes de concluir las breves pero densas frases que me entregaba al verdugo y al infierno[5].

Según la época en la que se escribe el texto, es acertado pensar que el protagonista es condenado a muerte, sin embargo, el final es muy discutido por los lectores. La primera vez que yo lo leí y durante mucho tiempo, al ser un final abierto, imaginé que el se suicida al ser condenado, pues esta mentalidad impulsada por el demonio de la perversidad le llevaría a esto, además que la ultima frase del texto me parecía que lo sugería. Pero informándome un poco sobre el texto, es muy común que simplemente se entienda que fue condenado a muerte y colgado.

Este cuento me parece maravilloso por la naturaleza del mismo, es una de las muestras más bonitas del talento de Poe, puesto que convino dos de sus formatos más conocidos, que son el ensayo y el cuento. Adicionalmente logra conservar este tono sombrío y misterioso que caracteriza al autor. Además de lo que ya he mencionado anteriormente que hacen que me guste el texto, es la relación que tiene con otros textos del autor como “el corazón delator” o “el gato negro”.


Este cuento fue uno de mis primeros acercamientos al autor y me fue el que me hizo encariñarme con él y su manera de escribir. La construcción de personajes, la voz narrativa y los escenarios que maneja Poe son maravillosos. Adicionalmente, el cambio que tiene el texto y todas las cosas que se van desvelando con el pasar de la historia, hicieron que me interesara por conocer más de su narrativa. Siento que es un muy buen texto para acercarse al autor y también para tener una primera experiencia con los clásicos, puesto que empezar leyendo cuentos, es una manera de encontrar cuales son aquellos autores o historias que nos gustan, sin abrumarnos por la extensión de las paginas, y aunque suelen ser cortos, no son textos que caen son despreocupados o superficiales.

[1] Edgar Allan Poe, “El demonio de la perversidad”, En cuentos completos, Eds., Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, (Madrid: páginas de espuma, 2016) Pp. 194 [2] Edgar Allan Poe, “El demonio de la perversidad”, En cuentos completos, Eds., Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, (Madrid: páginas de espuma, 2016) Pp. 191 [3] Edgar Allan Poe, “El demonio de la perversidad”, En cuentos completos, Eds., Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, (Madrid: páginas de espuma, 2016) Pp. 190 y 191 [4] Edgar Allan Poe, “El demonio de la perversidad”, En cuentos completos, Eds., Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, (Madrid: páginas de espuma, 2016) Pp. 193 [5] Edgar Allan Poe, “El demonio de la perversidad”, En cuentos completos, Eds., Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, (Madrid: páginas de espuma, 2016) Pp. 194

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